Este es un artículo publicado en el diario Clarín en 2005, pero creo que tiene vigencia. No puedo hablar por «los argentinos» en general, pero creo que los porteños (habitantes de la Ciudad de Buenos Aires) somos calentones, esto quiere decir, que nos enojamos fácilmente, especialmente en relación al tráfico y cuándo manejamos. Creo que andamos un poco apurados y nerviosos pero también podemos ser amables y serviciales con los que necesitan nuestra ayuda. Pero cuando nos calentamos decimos lo que pensamos sin muchos filtros con un tono de voz y gestos fuertes.
Diario Clarin, 16 de Octubre de 2005
COMPORTAMIENTOS SOCIALES : LOS DATOS SE DESPRENDEN DE UNA ENCUESTA REALIZADA A MAS DE 2.400 PERSONAS
Lo que más enoja a los argentinos es que alguien se cuele en la fila
Georgina Elustondo.
gelustondo@clarin.com
Si usted se pone loco cuando alguien se cuela en la fila del cine, o es capaz de enfurecerse con un desconocido porque tira basura en la calle; si lo irrita ver que alguien pasa el semáforo en rojo o cuando se estrella contra un piquete; si se indigna cuando la gente fuma en áreas prohibidas o se llena de bronca cuando algún «distraído» se las ingenia para no ceder al asiento a una embarazada o a una persona mayor… No se preocupe: su reacción y sus sentimientos no tienen nada de original ni responden a un día de furia personal y subjetivo: estas situaciones figuran en el top ten de las cosas cotidianas que sacan de quicio a los argentinos.
Así lo revela una investigación realizada por la revista Selecciones, que buceó entre los hechos que desatan la ira de nuestros compatriotas y los comparó con ciudadanos de otros países, alumbrando jugosas diferencias.
En Argentina se relevó el testimonio de 2.443 personas de todo el país. Y el 72% de ellas aseguró que lo que más logra sacarlos de las casillas es que alguien se cuele en la fila, algo asociado —según los especialistas que interpretaron los datos— a la sensibilidad creciente de los criollos respecto a los episodios teñidos de impunidad e injusticia.
Los colados lideran el ranking de enemigos públicos en nuestro país, pero no en Europa: allí caen al tercer puesto. Lo que más irrita a los ciudadanos del Norte es que la gente arroje basura en la calle.
Aquí, ensuciar los lugares públicos ocupa el segundo lugar; el tercero es para los cortes de calle, y el cuarto, para las violaciones a las normas de tránsito. Siguen los que fuman en lugares prohibidos, los que se hacen los dormidos para no ceder el asiento, las demoras en el transporte público, los peatones imprudentes, la impuntualidad, los autos estacionados en doble fila y los que hablan a los gritos por celular, ventilando en el colectivo o en el restaurante los detalles de su conversación.
«Estamos más enojadizos. Desde el punto de vista psicosocial nuestro umbral de sensibilidad y tolerancia ha disminuido. Tenemos un límite de ansiedad más elevado del normal y entramos en cólera con más facilidad. Actualmente, los argentinos somos como un petardo de mecha corta«, asegura el doctor Daniel López Rosetti, presidente de la Sociedad Argentina de Medicina del Estrés, y explica: «Tiene que ver con la falta de límites, de seguridad, con la incertidumbre. Y con la ruptura de la escala de valores que siguió a la crisis del 2001: vale todo, no hay normas claras y la gente se enfurece ante la impunidad y la injusticia. Es decir, ante la falta de límites».
A López Rosetti no le llama la atención que las situaciones más irritantes ocurran en la vía publica, en el ámbito social. «Las cuestiones que tienen que ver con el hogar suponen un mayor nivel de control y, por lo tanto, menos estrés. En la calle uno está más expuesto al imprevisto, y siente que todo se le opone a su interés como una eventual amenaza».
Para la licenciada Lidia Ariovich, de la Asociación Argentina para el Estudio y la Prevención del Estrés, «el malestar aparece más en cuestiones vinculadas a la convivencia social porque la gente pasa mucho tiempo fuera de la casa y actualmente en la calle hay mucha agresividad. El hogar aparece como un refugio».
La vida hogareña asoma así con mayores niveles de conformidad, y el mundo exterior, como fuente de grandes molestias. Los «inconvenientes» vinculados a la vida íntima aparecen en un segundo plano: a la gente le molesta, sobre todo, que le usen sus cosas sin permiso, que le cambien objetos de lugar, que no contesten el timbre o el teléfono y que no los dejen dormir.
Los internautas también opinaron: el 77% detesta los avisos que se le abren en la pantalla (pop-ups) y a siete de cada diez los pone de pésimo humor el correo no deseado. «Hay que aprender a manejar el enojo, a expresar la ira de manera inteligente. Ni tragarse todo ni estallar como dinamita. El enojo, los infartos y los picos de presión están estrechamente asociados», advierte López Rosetti, e insiste en que la factura la paga el cuerpo.
«Creo que es un buen síntoma que las cosas que más nos enojan tengan que ver con la transgresión —agrega Ariovich—. Implica que la gente está tratando de soltar el estereotipo clásico del argentino avivado, aprovechador. Es un buen signo».